Ayer, 25 de mayo 2008, se inauguró El Memoria de los Detenidos Desaparecidos de Paine, un lugar con más de cien postes de madera en bruto, parecen árboles perdiéndose en el cielo limpio, en el suelo setenta mosaicos que representan los setenta dolores de las familias que fueron hilando pedacitos a pedacitos sus recuerdos, contando en colores la historia del marido, el hijo, el hermano, el cuñado, el amigo: Setenta hombres que vivieron en un tiempo y un espacio común: Paine, año 1973.
La mayoría de la gente cree que Paine es un lugar productor de sandías, error, hay muy pocas sandías, pero si es un lugar bello, de cielo azul, aire limpio, silencio y mucha gente buena.
Conocía a Paine como un lugar de noticias de Derechos Humanos ( Las estadísticas hablan del lugar con más detenidos desaparecidos en relación a la población), dentro del lenguaje común usado en periodismo, en que se habla de jueces, abogados y víctimas conocidas, sólo faltaban los culpables.
Por casualidad conocí a Rafael, me contó las historias de los secuestrados, desaparecidos y torturados: asesinatos con disparos en la cabeza, las manos amarradas con alambres, recuerdos de lo él vio y escuchó desde niño:
Eran sus vecinos, padres de sus amigos, de sus compañeros en la escuela, en su mayoría gentes que de política no sabían nada. Nacidos en Paine y sus alrededores, campesinos pobres, que habían recibido un trozo de tierra propia gracias a la Reforma Agraria, tenían por armas el arado, el azadón, la pala, el tractor, por bandera una tierra fértil, semillas de mil colores, sandías, melones, algunos sus guitarras y caballos y a sus familias.
Un momento de especial angustia se siente con la historia de los viejos, la inocencia de los sencillos, los que fueron llamados a declarar a la Comisaría, los mandaron a buscar a sus casas o a los campos: Se vistieron con sus trajes de domingo, bien limpios y afeitados, un beso a la vieja y voy y vuelvo luego….nunca más se supo de ellos.
Fui a Paine, hablé con personas del pueblo, al azar, sólo buscaba las sensaciones, opiniones, la gente del pueblo ha guardado su indignación, ha escondido el dolor, pero en muchas paredes aparecen los nombres de los asesinos, rayados que piden justicia.
Me indicaron, me contaron, me ubicaron los puntos de referencia.
La voz simple de un pueblo que enmudeció hace 35 años, un pueblo que perdió parte de su gente y que quedó para siempre convertido en dos pueblos: el de las víctimas y el de los victimarios.
Los uniformados: militares y carabineros, fueron una parte de los involucrados, pero muchos de los responsables son civiles, los antiguos dueños de la tierra, que alimentados por el odio, entregaron las listas, acompañaron puerta a puerta a los uniformados, se deleitaron con los gritos y las lágrimas, fueron visitando el pueblo en una romería de la muerte, delatando al antiguo trabajador, al amigo, al pariente lejano, al vecino, incluso a los desconocidos. Ellos también secuestraron, golpearon, dispararon y asesinaron.
Hay uniformados y civiles en los tribunales, hay detenidos, condenados, esperas y más esperas, pero de una u otra forma la Justicia ha llegado a Paine, está sembrando de esperanzas las tierras de Pintué, Huelquén, Buin, un nuevo aire en las quebradas y pequeños campos, se van iluminando las ventanas de las casas del Callejón de las Viudas, y sobre todo nos acerca a la certeza de que la Verdad y la Justicia aún son posibles.